En 1993 León era la única ciudad grande del Camino de Santiago que no tenía un Albergue donde pudieran alojarse los peregrinos. Al año siguiente un grupo de 6 personas, peregrinos leoneses, recorrimos las instituciones públicas y privadas de la ciudad señalando el problema y pidiendo un lugar donde alojar a los peregrinos.
Por unos u otros motivos todos se desentendieron excepto las monjas «Carbajalas» de la Plaza del Grano, que se sintieron obligadas a acoger a los peregrinos en el inmemorial espíritu de hospitalidad propio de la Orden Benedictina, aunque con muchas dudas derivadas del temor a las posibles perturbaciones que pudiera causar en su vida de Clausura el tránsito masivo de peregrinos. Por ello mismo fue más de agradecer su generosa actitud.
Ahora todas las instituciones y las empresas apoyan a los peregrinos por el negocio y la promoción turística que suponen, pero en aquél tiempo nadie quiso cargar con el problema, excepto ellas.